lunes, 24 de agosto de 2009

Un poco de historia...

Por la Lic. Ariana Velasco Zambrano

Desde nuestros orígenes las prohibiciones son parte de la estructura de la cultura, el orden representaba la vida, y el desorden la muerte, pero también desde el inicio de los tiempos el macho dominante, conductor de la horda primitiva cederá espacios y concederá transgresiones…
Levy Strauss afirma que la tendencia natural del macho de la especie humana es la de intentar poseer a todas las hembras disponibles, las prohibiciones surgieron entonces por la consecuencia a la violación a las reglas: culpa y condena.
En el 9000 a 7000 AC con la Revolución Neolítica, “Arado y Falo se asociaron como una misma cosa, la tierra a la vagina ( por la fertilidad, en ella se siembra la semilla), la lluvia al semen viril y el trabajo agrícola al acto sexual; así las cosechas terminaban en orgias rituales como las practicas en la antigua china entre grupos de hombres y mujeres que se iban acercando entre llamados y entre cantos –el YING llama, el YANG responde- y que al unirse sexualmente sobre los campos repetían el drama de la creación. De los dioses masculinos y solitarios se pasa a la adoración de la parejas divinas que a través de su unión generan todo lo viviente.”(1)
En el Mundo Antiguo en Oriente existía una costumbre por la cual una doncella podía dedicar su sexualidad en honor a la Diosa Astarte convirtiéndose en una “Prostituta sagrada”, pero fuera de ésta, era impensable que una mujer rompiese con las regulaciones: “el dominio masculino había inventado dos conceptos: Virginidad y Adulterio, que apuntaban a conservar a la mujer en un estado de disponibilidad permanente” (1)
En Grecia existieron numerosos documentos sobre el comportamiento sexual, tratados de técnicas eróticas escritos por mujeres, esculturas eróticas, etc. Los Griegos no penalizaron las variaciones sexuales, “no existe en griego clásico una palabra que designe la castidad en el sentido de abstinencia sexual; la búsqueda de armonía y belleza hacia que resultara grato exhibir el cuerpo desnudo en los baños públicos, competencias y deportes.” (1)
Se expandió el ideal homosexual conceptualizado como un acto educativo que ligaba a un adulto con un adolescente, en Esparta la ley lo hacía responsable de su cuidado y los militares vivían en parejas masculinas estables visitando a sus mujeres solo ocasionalmente.
La prostitución comenzó aquí a legalizarse en Atenas donde podían “los jóvenes varones desahogar sus ardores y no comprometer la virtud de las jóvenes libres”. (1)
La República Romana de 754 AC “detentó una rigurosa y cerrada moral, fundamentada en un estricto respeto por el orden natural (…) El rigor de las costumbres determino la prohibición absoluta de que un hombre se mostrarse desnudo, del mismo modo que se reprimió bajo pena de muerte la violación, el incesto y el adulterio”.(1)
Con el Imperio Romano aparece el Pansexualismo donde emergen el sadismo y el masoquismo, y “El arte de amar” con técnicas para dar y obtener placer puestas al servicio masculino donde la mujer es la presa a cazar y satisfacer.
Con el Cristianismo y la ley fundamental del Génesis: “Creced y multiplicaos” irrumpe la función reproductiva como fundamento y único motivo de las relaciones sexuales, se vuelve así a considerar pecado cualquier violación a la norma; es aquí el origen de la condena a la masturbación masculina por considerarla un desperdicio del semen. Se condenan de este modo la homosexualidad masculina y femenina por el mismo motivo. A partir de esto surgen los ideales de ascetismo, castidad y virginidad, como superiores al matrimonio: “Y si vivís según el espíritu no dareis satisfacción a la apetencias de la carne” (San Pablo).
En la Edad Media los movimientos heréticos “concebían el mundo terrenal como la expresión del maligno, y el cuerpo como sede de la concupiscencia, por lo cual era válido someterlo a todo tipo de tratamiento vejatorio, incluidas las relaciones sexuales promiscuas (…) no con el fin de obtener placer, sino de atacar al cuerpo” (1), dando lugar a sectas eróticas religiosas y a epidemias de practicas flagelatorias por la necesidad de acallar los deseos del cuerpo.
A fin de la Edad Media surge “El amor cortes” antítesis del amor medieval, donde la mujer era elevada a igual o superior al hombre, pudiendo elegir y rechazar al hombre. Existía un tratado de pautas para el cortejo pudiendo una mujer solicitar un tribunal (compuesto por mujeres) que determinaba y sentenciaba al hombre ante violaciones o por ser un amante inadecuado.
El Renacimiento trajo una libertad en las costumbres: abierta difusión de literatura erótica, exhibición de la belleza de los cuerpos, seducción explicita, uso de cosméticos, y el placer permitido entre la burguesía y el clero. “Junto a un cierto afeminamiento de los modos y en el vestir, la homosexualidad masculina se extendió por las ciudades renacentistas aún cuando las leyes seguían condenando a muerte a los sodomitas”. (1)
Surge entonces la inquisición y los Jesuitas como la ofensiva del Cristianismo a preservar la fe y moral católicas: se reforzó el sacramento del matrimonio, la castidad a los sacerdotes; prohibió el desnudo en cualquier forma, y se reservo el control de todo descubrimiento científico.
La época Victoriana es cuna de una doble moral: por un lado es sinónimo de matrimonio y procreación “las noches monótonas de la burguesía victoriana” como las definía Foucault, y por otro lado genera una sexualidad marginal ya que “en Londres existían 983 prostíbulos, además de las prostitutas callejeras, establecimientos dedicados a la flagelación masculina, otros para la prostitución infantil, etc. (..) el sexo placentero queda reservado a la marginalidad (..) se vuelve a considerar la mujer como una criatura pasiva y desexualizada (..) el placer es algo tan prohibido que solo se vive a través de la perversión” (1) La represión se constituye en una forma de vida a través de la cual se generan las relaciones humanas.
Con el fin del Victorianismo se plantea una moral sexual menos restrictiva, la sexualidad masculina se modifica alrededor de una sociedad cambiante después de la segunda guerra mundial donde la mujer ingresa en la política y se vislumbran cambios culturales dinámicos.

Lic. Ariana Velasco Zambrano
1 : Roberto Rosenszvaig, “La sexualidad en la Historia”

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